martes, 3 de julio de 2018

CAMPO DE CONCENTRACION EL MIJIAL

Colaboración de Jose Bello

2 jul. 2018 20:13 (Hace 14 horas.)


EL MIJIAL      
                                  
Por Angeael Bueno

En la década del 60, la cárcel de Boniato estaba sobrepoblada de presos políticos. Las celdas, el comedor y los pasillos de los 10 pabellones estaban abarrotados. Las cordilleras, traslados violentos, donde los esbirros de la guarnición golpeaban y herían con bayonetas, tubos, palos y cadenas a los presos que eran trasladados a otras cárceles y campos de concentración. Estas eran realizadas a menudo por la falta de capacidad en la cárcel de Boniato.
En una de esas cordilleras un numeroso grupo fuimos trasladados a El Mijial un campo de concentración al estilo nazi, construido por los Castros en medio de la nada, dentro de cañaverales en la zona de Velazque en el término municipal de Puerto Padre. Este campo estaba ubicado en el centro de un una alambrado de púa a 10 centímetros de separación y una altura de tres metros y garitas con guardias fuertemente armados a todo el rededor de un perímetro desolado y polvoriento donde construyeron barracas de madera y techo de zinc.
De allí, cada mañana nos sacaban en “guarandingas” (nombre con que apodamos a las carretas tiradas por tractores), y en camiones a los campos a cortar, desherbar o sembrar caña, tratando de hacernos trabajar en esas labores agrícolas. Los campos designados para forzarnos a trabajar eran rodeados por cordones de guardias armados y supervisores (abuelitos) que se movían dentro del grupo de presos arengando para que trabajáramos, y dejáramos la actitud de brazos caídos que manteníamos, y de esbirros que se encargaban de golpear a sus antojos a aquellos que ellos consideraban que no trabajaban al paso deseado. Muchos fueron los heridos por estos esbirros que utilizando el filo de los machetes, punta de bayonetas y palos nos atacaban para hacernos trabajar más rápido, solo consiguiendo que nuestros pasos fuesen más lentos aún. En uno de esos encontronazos con la guarnición el 5 de mayo de 1967, en un campo que estaban desherbando fue asesinado el matancero Casiano Pérez, ocasionando que todos los presos se sentaran en el suelo negándose a levantarse hasta ser regresado al campo de concentración. Las condiciones de vida dentro del recinto y en los campos de trabajo forzado eran inhumanas y ni hablar de la manera en que éramos alimentados.
Si los presos sufrimos maltratos y abusos, nuestros familiares también tuvieron su buena cuota de dolor, sacrificio y humillaciones por parte de la dictadura y sus simpatizantes. En esa época, muchos de los que una vez dijeron ser amigos, dejaron de visitar a nuestros familiares y hasta les negaban el saludo al cruzarse en las calles o caminos por temor a “contaminarse”. Las bochornosas requisas a que eran sometidas nuestras mujeres por desfachatadas e inmorales ¿hembras? militares, como la famosa homosexual “Alicia” en la cárcel de Boniato, que disfrutaba su “trabajo”.( Esta, debe de estar hoy ardiendo en el infierno por sus abusos y corrupción). A quienes estuvimos en el campo de concentración de El Mijial, no se nos puede olvidar el trabajo que pasaban nuestros familiares al tener que caminar varios kilómetros por aquel inhóspito terraplén, rodeado solo de cañaverales, donde no había ni un solo árbol donde guarecerse del ardiente sol y a veces de los fuertes aguaceros. Muchas otras penurias tuvieron que sufrir, como las de tener que viajar hasta Isla de Pinos, y muchas veces cuando llegaban a su destino les informaban que a su familiar se les había suspendido la visita. El rastro de dolor, sangre y muerte que dejó el Histórico Presidio Político, algún día llenará muchas páginas en la historia de nuestra querida patria.
De las acciones de los esbirros castristas no se podía ni se puede esperar menos, pero lo que duele y es incomprensible es las de los vecinos y MUCHOS familiares que les voltearon las espaldas a quienes una vez compartieron mesas, comparsas, alegrías y dolor. A los esbirros castristas, que tanto daño nos hicieron, si Dios quiere que les perdone, yo jamás lo haré. A los hipócritas que les hicieron el juego, quizás les perdone, pero jamás olvidaré sus acciones.

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