Escambray:
héroes y traidores
Publicado
el junio 26, 2012 en el Blog Todo por Cuba
=Colaboración de José Bello
En
el libro “Escambray: la guerra olvidada”, escrito por Enrique G Encinosa expone
el lado oculto y olvidado de la lucha guerrillera librada entre 1960 y 1966, en
la Sierra del Escambray en la provincia de Las Villas. Encinosa para su libro
entrevisto a combatientes integrantes de las bravas guerrilleras que se
opusieron a la tiranía comunista que se imponía en Cuba, testimonios que
difieren de la versión oficial.
En
el capitulo XI “El hombre de Maisinicú y la etapa final del Escambray”, se
recogen los testimonios de quienes conocieron al traidor Alberto Delgado y a
José Cheito León, jefe guerrillero. En la película El Hombre de Maisinicú el
régimen presento una versión diferente a los hechos que se describen en el
libro de Encinosa, Cheito León es interpretado por el actor Reinaldo
Miravalles, quien siempre ha expresado su satisfacción por la personificación
realizada.
Es
tiempo que los lectores puedan conocer ambas versiones, es también hacer
justicia a los hombres y mujeres que lucharon con bravura en los llanos de
Matanzas y la Sierra del Escambray, hombres y mujeres que no estaban
equivocados al tomar la decisión de enfrentar con las armas al régimen
comunista, la historia y los hechos demuestra que los equivocados fueron
quienes estuvieron en el otro lado por diferentes motivaciones.
El
22 de junio de 1964, en los fosos de la Fortaleza de La Cabaña, doce hombres se
encararon al paredón de fusilamiento: Maro Borges, Irenio Borges, Raúl Morel,
Macho Jiménez, Andrés Oramas, Toniás García Valle, Julio Emilio Carretero, Cuco
Cedeño, Blas Ortega, Valentín Hernández, Manolo Munsó La Guardia y Benito
Rodríguez Pedraja. Parados juntos, en la oscuridad de la noche, iluminados por
la luz blanca de reflectores, los doce hombres cantaron el Himno Nacional
mientras los rifles FAL disparaban, y los plomos destrozaban sus cuerpos.
Mientras
tanto, en el Escambray, Cheíto León esperaba el mensaje radial. La primera
clave fue dada, pero la segunda clave, la llamada telefónica, la que El Hombre
de Maisinicú desconocía, nunca llegó. Cheito, desconfiado como todo buen
alzado, comenzó a tener dudas de Alberto Delgado.
El
Comandante José Cheíto León Jiménez, que había asumido el mando de los pocos
grupos que aún quedaban en el Escambray, se había ganado sus galones –al igual
que todos los otros jefes guerrilleros- por sus méritos. Era un hombre joven,
de 26 años, fuerte y afable, Cheíto había sido educado en Trinidad. Estaba
trabajando como camionero, cuando decidió alzarse para combatir al comunismo.
Él y su hermano Berardo habían reclutado diecinueve hombres de la zona, que se
irían con ellos dos. Conscientes de que carecían de armamento y de experiencia
militar, los veinte y un hombres se enlistaron en un batallón de milicia.
Después de varias semanas de entrenamiento básico, los nuevos reclutas
desertaron en abril de 1961 y se alzaron, llevándose con ellos los rifles checos
M52. Con tres años de experiencia en el combate, Cheíto León era, a pesar de su
juventud, un veterano curtido en docenas de encuentros contra fuerzas siempre
superiores.
Con
la sospecha escondida en lo más profundo de su pensamiento, Cheíto León se reunió
con Alberto Delgado a la orilla de un río próximo a la finca Maisinicú.
Delgado, cínicamente había mandado a matar a una res de la finca para festejar
el viaje de la guerrilla a Miami. Cheíto fingiéndole amistad, celebró junto a
él, hasta que no pudo contenerse más, confrontó al traidor. En la panfletaria
película castrista, Delgado murió valientemente y desafiante. Pero en la
realidad -contado por los sobrevivientes- no fue así. Al ser emplazado por
Cheito León, Delgado le negó repetidamente ser agente castrista. Después,
llorando, declaró que había sido obligado a ayudar a la Seguridad del Estado
cuando él había sido descubierto conspirando. En sus últimos momentos le pidió
clemencia, aludiendo que él era un padre de familia. Cheíto León ignoró los gritos
del traidor, también Carretero era un padre de familia y Delgado los había
entregado miserablemente. Alberto Delgado fue ajusticiado. Al día siguiente su
cuerpo colgado de una guásima, fue descubierto por campesinos de la zona.
Una
vez desenmascarada la infiltración de Delgado, la Seguridad del Estado lanzó
una redada, arrestando a toda persona que había tenido contacto con El Hombre
de Maisinicú. Dos empleados de la finca — Varela y Pepe Yoyo—-, fueron
fusilados, Siripio Hernández, otro empleado fue condenado al presidio político.
Dos cuñados de Alberto Delgado, José y Alberto Nodal, recibieron condenas
carcelarias por haber estado involucrados en la línea de suministros a los
alzados.
El
LCB continuó arremetiendo contra los alzados, tratando de ubicar a las grupos
guerrilleros, para eliminarlos uno a uno. La guerrilla de Rubén Cordobés fue
atrapada en un potrero, donde murieron cuatro alzados, combatiendo contra los
cazadores. Pedro González, el jefe guerrillero al cual se le atribuían las
muertes de dos docenas de milicianos, cayó en combate en el Cerco La Barca. A
Cheíto León lo cercaron al norte de Trinidad, en un fuerte combate, en el que
murieron hombres de ambos bandos, Cheíto León fue alcanzado por dos balas.
Herido, Cheíto se arrastró hasta un matorral. Allí, cuando lo iban a capturar
mató a dos milicianos con su última granada, inmolándose con ellos. Así murió
el cuarto y último de los jefes guerrilleros del Escambray.
Aún
quedaban dispersos algunos grupos en el Escambray. El más numeroso de estos
grupos era dirigido por Blas Tardío, quien se había alzado en 1960. Tardío, un
hombre de inmenso valor, era una leyenda viviente en el Escambray. Con su fama
de bravo guerrero, logró en un día romper nueve cercos. En otra ocasión, que
fue herido en una pierna, él mismo se sacó la bala y se cosió su herida,
cauterizándola con un machete al rojo vivo. Blas Tardío Hernández fue capturado
en 1965, en combate. Posteriormente fue fusilado. El era el quinto de los
hermanos Tardío en morir peleando por la libertad de Cuba. El primero fue Lupe
que murió en combate en 1961. Benlarnín que fue fusilado en 1963. Blas fue
también fusilado en 1965. Poco después Camilo fue fusilado y Toto que se
suicidó en el presidio. Sólo Genaro sobrevivió, pero cumplió años en el presidio
político. La muerte de Blas Tardío selló el final de la lucha en el Escambray.
Durante
los últimos meses del año de 1965 y durante todo el año de 1966, el LCB
utilizando todos los recursos de la dictadura, fue ubicando y cazando a los
últimos rezagados de las guerrillas. Luis Vargas, que se había alzado en 1960 y
que fue el guerrillero que más tiempo se mantuvo en las lomas, fue capturado el
día primero de diciembre de 1965 y fusilado posteriormente. El último
guerrillero. José Rebozo Febles, fue atrapado en una cueva y capturado el
primero de octubre de 1966. A Rebozo lo condenaron a treinta años de presidio
político.
Después
de ochenta meses de combate, la gesta heróica del Escambray había concluido.
Fue una derrota física para los combatientes de la libertad, pero una victoria
moral para un pueblo, que a través de tres décadas aún combate por sus
derechos.
La
guerra campesina tuvo sus detalles históricos que no concluyeron en 1966 con la
captura del último guerrillero. En 1968 y 1970 hubo infiltraciones de hombres
del exilio en tres desembarcos, enfrentándose estos nuevos guerrilleros en
combates con las fuerza del régimen, en los cuales murieron hombres de ambos
lados. Figuras como Amancio Mosqueda, Vicente Méndez y José Rodríguez Pérez
entraron verticalmente en la historia contemporánea de Cuba.
En
1970, hubo incendios en sembradíos en el Escambray, y rumores de que un grupo
de alzados se encontraba en los montes. Las tropas del ejército castrista
nuevamente mudaron a unos tres mil quinientos campesinos de la zona,
trasladándolos para dos pueblos de Pinar del Río y otro de Camagüey.
Años
más tarde, en 1975, Raúl Castro en una entrevista declaró: «Esa lucha es poco
conocida … fue una lucha esencialmente de clases.» y tenía toda la razón el
comunista, la lucha –hasta hoy– ha sido poco conocida, ignorada por ambos
lados. También fue una lucha esencialmente de clases. Una era la nueva clase,
los aristócratas del régimen comunista, los explotadores totalitarios del
pueblo cubano. La otra clase eran los humildes guajiros, los pobres campesinos,
la clase obrera cubana, luchando sin armas, y sólo con la vergüenza por la
libertad de Cuba contra el comunismo.